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Juan Luis CalderónApril 12, 2017
(fotografía: iStock)

Jueves Santo

13 de abril de 2017

“No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4:4), dijo Jesús. Y bien sabía lo que decía. Sabía que necesitamos pan porque nuestro cuerpo está diseñado así y sin alimento no funcionamos. Pero también sabía que, además de cuerpo, tenemos alma y que el alma también hay que alimentarla. Porque si no lo hacemos, se nos queda chiquita.

Sucede con demasiada frecuencia que dejamos de ir a la iglesia o de instruirnos en la fe demasiado pronto. Entre los católicos (y las otras iglesias tradicionales), esto suele pasar al recibir la Primera Comunión. Ese es uno de los problemas del mundo: ¿cómo va a funcionar bien si la edad del cuerpo y del alma no corresponden?

Alimentar el alma es una de las necesidades primarias de todo ser humano. Aunque muchos ni saben que tienen “eso” dentro o actúan como si no estuviera. En el mundo occidental, el sistema educativo ha establecido que hay que cuidar el cerebro y, últimamente, ha crecido la idea de la “alimentación sana”, denunciando los abusos a los que sometemos nuestro cuerpo y que se traducen en enfermedades, sobre todo cardiovasculares. Pero queda pendiente el asunto del alma.

Muchos desean que la fe quede reducida al ámbito de lo privado, como si fuera una función biológica más. Muchos abogan que en las escuelas ni se hable del hecho religioso y tantas otras posturas posibles. Insisto: el riesgo es que esas opiniones al final menosprecian el alma o la niegan.

Según nuestra fe, el alma es precisamente la parte de nosotros que permanece después de la muerte. Ya hemos hablado del alma un poco más durante esta cuaresma. Puede dar un vistazo a las meditaciones previas.

Jesús lo tenía muy claro. Al fin y al cabo él estaba junto al Padre y el Espíritu en el proceso de creación, cuando fue diseñado el ser humano. En el proyecto vino incluido que no somos “producto final”, que no estamos terminados del todo, que somos seres en desarrollo, porque podemos crecer, expandirnos, aumentar en capacidades, virtudes y comunión con Dios. Lo más interesante es que, para poder hacer las cosas bien, las tres partes del ser humano (cuerpo, mente y alma) han de ser alimentadas al mismo tiempo (dando a cada quien según sus características particulares). Por eso, en este día, Dios se hace pan, como ya antes se hizo palabra: pan para el cuerpo, palabra para la mente y eucaristía para el alma.

La eucaristía es todo. Sin exagerar. Lo expresé de esta manera en uno de mis libros: “Jesús se hace pan. El pan no es solo para mirarlo; es para comerlo. Y para que podamos comer o comulgar el Pan de la Eucaristía, Cristo se hace pan partido, repartido y compartido”*.

La eucaristía es el alimento magnífico para el creyente, porque considera, toca y alimenta las tres partes a la vez. Precisamente, eso es lo necesario: que sea todo a la vez. Es ahora que se comprende la absoluta necesidad de que en el Jueves Santo se produjera la conversión del “pan para el cuerpo” en algo más. Más allá del alimento, más allá del símbolo, más allá del maná del desierto o de los panes presentados en el templo, ya no es pan, es eucaristía.

Además, la eucaristía es tan completa que nos envuelve personalmente y comunitariamente. Ya lo hemos dicho. Ese pan nuevo y transfigurado es Jesús y es como Jesús: para cada uno en singular y para todos como comunidad. No solo como grupo, sino como comunidad. Porque me alimenta y nos alimenta al partirse y repartirse y al hacer que nosotros celebremos juntos y compartiendo. Pan partido, repartido y compartido.

Este Jueves Santo todos nos alimentamos de verdad y completamente como individuos y como Iglesia. Así es que crecemos y nos constituimos en lo que Dios pensó desde el principio. Por eso decimos también que hoy nace la Iglesia. Así que feliz cumpleaños a los que hoy nacimos para algo nuevo alimentados por el mismo Cristo. Ojalá que como Él nos partamos, repartamos y compartamos. Porque de lo que se come, se cría. Y si comemos a Cristo… Pues eso. Felicidades.

Si tiene algo que decir, cuéntemelo en palabra@americamedia.org, en Twitter @juanluiscv.

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Oración

Oh, Jesús resucitado,
que se acaba nuestra fe,
sigue siempre a nuestro lado.
Porque tú querías irte
y quedarte al mismo tiempo,
del vino hiciste tu sangre
y del pan hiciste tu cuerpo.
Amén.
(de una poesía de mi profesor P. José Antonio Ciordia, reproducida con permiso del autor)

* Juan Luis Calderón, Un nuevo comienzo. Reflexiones para Cuaresma y Pascua, Liguori 2013, pag 52.

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