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James Martin, S.J.August 28, 2018

Nota: Esta charla fue dada en el Encuentro Mundial de Familias del Vaticano en Dublín, Irlanda, el 23 de agosto de 2018. Traducido por Fernando González y Julia Nicolini.

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Uno de los desafíos más recientes para las parroquias católicas es cómo dar la bienvenida a los feligreses L.G.B.T., así como las familias con miembros L.G.B.T. Pero ese desafío está también donde abunda la gracia porque los católicos L.G.B.T. se han sentido excluidos de la iglesia por tanto tiempo, que cualquier experiencia de bienvenida puede cambiar su vida: Un momento de sanación que puede inspirarlos a ir a misa nuevamente, devolverlos a la fe, e incluso ayudarlos a creer en Dios otra vez.

En los últimos años, he escuchado las historias más terribles de católicos L.G.B.T. que se han sentido no bienvenidos en las parroquias. Un hombre gay autista de 30 años que salió del clóset con su familia y no estaba en ningún tipo de relación me dijo que un agente pastoral dijo que ya no podía recibir la Comunión en la iglesia. ¿Por qué? Porque incluso decir que era gay era un escándalo.

Pero la crueldad no termina en las puertas de la iglesia. El año pasado, una mujer me contactó para preguntar si conocía “sacerdote compasivos” en su arquidiócesis. ¿Por qué? Ella era enfermera en un hospital de enfermos terminales donde un paciente católico estaba muriendo. Pero el párroco local asignado al hospital se rehusaba a darle la unción, porque era gay.

¿Es sorprendente que la mayoría de los católicos L.G.B.T. se sientan como leprosos en la iglesia?

¿Es sorprendente que la mayoría de los católicos L.G.B.T. se sientan como leprosos en la iglesia?

Lo mismo pasa con las familias. La madre de un adolescente homosexual me dijo que su hijo había decidido volver a la iglesia después de años de sentir que la iglesia lo odiaba. Después de mucha discusión, decidió regresar el domingo de Pascua. La madre estaba encantada. Cuando comenzó la misa, estaba tan emocionada de tener a su hijo a su lado. Pero después de que el sacerdote proclamó la historia de la Resurrección de Cristo, ¿Adivinan sobre qué predicó? Acerca de lo malo de la homosexualidad. El hijo se puso de pie y salió de la iglesia. Y la madre se quedó sentada y lloró.

Pero también hay historias de gracia en nuestra iglesia. El año pasado, un estudiante universitario me dijo que la primera persona a quien reveló su orientación, fue un sacerdote. Lo primero que dijo el sacerdote fue: “Dios te ama y la iglesia te acepta”. El joven me dijo: “Eso literalmente me salvó la vida”. De hecho, debemos alegrarnos de que cada vez más parroquias católicas sean lugares donde los católicos L.G.B.T. se sienten en casa, gracias tanto al personal de la parroquia como a los programas más formales.

Mi propia comunidad jesuita en Nueva York está al lado de una iglesia llamada St. Paul the Apostle, que tiene uno de los programas de sensibilización L.G.B.T. más activos en el mundo. El programa se llama “Out at St. Paul” (“Fuera del clóset en Saint Paul”) y patrocina retiros, grupos de estudio bíblico, charlas y eventos sociales para la numerosa comunidad L.G.B.T. En cada misa dominical de 5:15 p.m., cuando llega el momento de los anuncios de la parroquia, una persona L.G.B.T. se levanta en el púlpito para decir: “¡Hola! Soy Jason, Xorje o Marianne, y soy miembro de ‘Fuera del clóset en Saint Paul’. Si eres lesbiana, gay, bisexual o transgénero, queremos que te sientas bienvenido. Aquí hay algunos eventos que se presentarán esta semana”. Y acabo de enterarme de que dos miembros de ese grupo están ingresando a órdenes religiosas este año.

Lamentablemente, gran parte de la vida espiritual de los católicos L.G.B.T. y sus familias dependen de dónde viven.

Lamentablemente, gran parte de la vida espiritual de los católicos L.G.B.T. y sus familias dependen de dónde viven. Si eres gay, lesbiana, bisexual o transgénero, intentando dar sentido a tu relación con Dios y la iglesia o si eres padre de una persona L.G.B.T. y vives en una gran ciudad con pastores de mente abierta, entonces tienes suerte. Pero si vives en un lugar menos abierto o tu pastor es homofóbico, ya sea silenciosa o abiertamente, no tienes suerte. Y la forma en que los católicos son bienvenidos o no bienvenidos en su parroquia influye mucho en su perspectiva no solo acerca de la iglesia, sino acerca de su fe y de Dios.

Ese es el verdadero escándalo. ¿Por qué debería la fe depender de dónde vives? ¿Es eso lo que Dios desea para la iglesia? ¿Quería Jesús que las personas en Betania percibieran el amor de Dios menos que las personas en Betsaida? ¿Quería Jesús que una mujer en Jericó se sintiera menos amada que una mujer en Jerusalén?

Entonces ¿qué es lo que ayuda a una parroquia a ser acogedora y respetuosa? ¿Cómo pueden los sacerdotes y diáconos, hermanas y hermanos, directores de educación religiosa, agentes pastorales laicos y todos los feligreses ayudar a las parroquias a convertirse en hogares para católicos L.G.B.T. y sus familias?

Las siguientes observaciones se basan no solo en conversaciones con personas L.G.B.T., sino también en la experiencia de pastorales y grupos de acogida L.G.B.T. que consulté para esta charla. Les pregunté: ¿Cuáles son las cosas más importantes que las parroquias deben saber y hacer?

Eso suena obvio, pero las parroquias deben recordar que las personas L.G.B.T. y sus familias son católicos bautizados.

Entonces me gustaría hablar de tres áreas.

-Primero, ¿Cuáles son algunas ideas fundamentales para las parroquias?

-Segundo, ¿Qué puede hacer una parroquia para ser más acogedora y respetuosa?

-Finalmente, ¿Qué podría decirnos el Evangelio acerca de esta pastoral?

Comencemos con seis ideas fundamentales.

1) Son católicos. Eso suena obvio, pero las parroquias deben recordar que las personas L.G.B.T. y sus familias son católicos bautizados. Son tan parte de la iglesia como el Papa Francisco, el obispo local o el pastor. No es cuestión de hacerlos católicos. Ellos ya lo son. Entonces, lo más importante que podemos hacer por los católicos L.G.B.T. es darles la bienvenida a lo que ya es su iglesia. Y recuerda: solo para permanecer en la iglesia las personas L.G.B.T. a menudo han soportado años de rechazo. Nuestra bienvenida debería reflejar eso y así debería ser, para citar el Evangelio de Lucas, “…una medida buena, apretada, remecida, rebosante...”

2) Ellos no eligen su orientación. Lamentablemente, muchas personas todavía creen que las personas eligen su orientación sexual, a pesar del testimonio de casi todos los psiquiatras y biólogos y, lo que es más importante, de la experiencia vivida por personas L.G.B.T. No eliges tu orientación o identidad de género más de lo que eliges ser zurdo. No es una elección. Y no es una adicción. Por lo tanto, no es pecado ser simplemente L.G.B.T. Mucho menos, no es algo para “culpar” de ello a alguien, como por ejemplo a los padres.

3) A menudo han sido tratados como leprosos por la iglesia. Nunca subestimes el dolor que la gente L.G.B.T. ha experimentado, no solo a manos de la iglesia sino también de la sociedad en general. Algunas estadísticas pueden ayudar: En los Estados Unidos, la juventud lesbiana, homosexual y bisexual tiene cinco veces más probabilidades de haber intentado suicidarse que sus homólogos heterosexuales. Cuarenta por ciento de las personas transgénero en los Estados Unidos intentan suicidarse. Entre los jóvenes L.G.B.T. en los Estados Unidos, el 57 por ciento se siente inseguro debido a su orientación. Además, un estudio muestra que cuanto más religiosa es la familia de la que provienen, es más probable que intenten suicidarse. Y una razón importante para que los jóvenes L.G.B.T. no tengan hogar es que provienen de familias que los rechazan por razones religiosas. Por lo tanto, las parroquias deben conocer las consecuencias de estigmatizar a gente L.G.B.T.

Nunca subestimes el dolor que la gente L.G.B.T. ha experimentado, no solo a manos de la iglesia sino también de la sociedad en general.

La mayoría de los católicos L.G.B.T. han sido profundamente heridos por la iglesia. Ellos pueden haber sido objeto de burla, insultados, excluidos, condenados o señalados para ser criticados, ya sea en privado o desde el púlpito. Es posible que nunca hayan escuchado el término “gay” o “lesbiana” expresado de alguna manera positiva o incluso neutral. E incluso si los comentarios de odio no vinieron en el entorno de la parroquia, es posible que hayan escuchado a otros líderes católicos hacer comentarios homofóbicos. Desde sus días más tempranos como católicos, a menudo se les hace sentir como si fueran un error. Temen el rechazo, el juicio y la condena de la iglesia. De hecho, estas pueden ser las únicas cosas que esperan de la iglesia. Esto a menudo los lleva a excluirse de la iglesia.

Los padres de niños L.G.B.T. enfrentan un dolor similar. Hay un dicho que dice: “Cuando un niño sale del clóset, el padre entra al clóset”. Puede ser confuso, atemorizante y embarazoso para los padres aceptar la realidad de la orientación o identidad de género de sus hijos. Pueden sufrir vergüenza frente a familiares y amigos. Tener un niño que salga del closet o diga que es transgénero puede hacer que los progenitores sientan no solo que de alguna manera han fallado, sino que serán aislados, juzgados y excluidos de la iglesia. A veces sienten que deben elegir entre su hijo y Dios. A los padres también les preocupa que sus hijos abandonarán una iglesia que se considera que los rechaza. Como resultado, las parroquias deben informar a los padres y las familias que todavía son bienvenidos, que no tienen nada que temer de la iglesia y que la iglesia es su hogar.

4) Ellos traen dones a la iglesia. Como cualquier grupo, la gente L.G.B.T. trae dones especiales a la iglesia. Ahora, normalmente es incorrecto generalizar, pero para un grupo que se ha visto en la iglesia casi exclusivamente bajo una luz negativa, es importante considerar los muchos dones del grupo. Para empezar, debido a que han sido tan marginados, muchas personas L.G.B.T. a menudo sienten una compasión natural por los que están al margen. Su compasión es un don. A menudo son indulgentes con los pastores y sacerdotes que los han tratado como basura. Su perdón es un don. Perseveran como católicos frente a años de rechazo. Su perseverancia es un don.

De hecho, recientemente algunas parroquias estadounidenses han despedido a personas L.G.B.T. después de que se casaron legalmente. Y algo sobre estas situaciones siempre me desconcertó. Cada vez que escuchaba estas historias, siempre se trataba del “más querido” maestro, del encargado de la parroquia o del encargado de la música. Me hizo preguntarme ¿por qué eran los “más queridos”? Entonces me di cuenta por qué: Las personas L.G.B.T. que trabajan para la iglesia realmente tienen que querer estar allí, dada la forma en que son tratadas. Se mantienen fieles a su ministerio a pesar del rechazo que experimentan. Es lo mismo con los feligreses L.G.B.T.: Deben tomar una decisión consciente de quedarse en una iglesia: De perseverar. Entonces, cuando piensas en sus dones, puedes tener la misma reacción que tuvo Jesús con el centurión romano: Asombro ante su fe.

Como cualquier grupo, la gente L.G.B.T. trae dones especiales a la iglesia.

5) Anhelan conocer a Dios. Al igual que muchos católicos, muchas personas L.G.B.T. luchan con varios aspectos de la enseñanza de la iglesia, por ejemplo, términos como “intrínsecamente desordenados”. Al mismo tiempo, muchos no están tan centrados en esas partes de la tradición como la gente piensa. Muchos quieren algo mucho más simple: Quieren experimentar el amor del Padre a través de la comunidad. Quieren encontrarse con Jesucristo en la Eucaristía. Quieren experimentar el Espíritu Santo en los sacramentos. Quieren escuchar buenas homilías, cantar buena música y sentirse parte de una comunidad de fe. Trátelos entonces de esa manera: No como manifestantes sino como feligreses. Ayude a las personas L.G.B.T. y sus familias para cumplir sus más profundos deseos: Conocer a Dios.

6) Ellos son amados por Dios. Dios los ama, y así deberíamos nosotros. Y no me refiero a un amor mezquino, rencoroso, crítico, condicionado y desganado. Me refiero a amor verdadero. ¿Y qué significa amor verdadero? Lo mismo que significa para todos: Conocerlos en la complejidad de sus vidas, celebrar con ellos cuando la vida es dulce, sufrir con ellos cuando la vida es amarga, como lo haría un amigo. Pero digo más aún: Ámalos como Jesús amó a las personas marginadas: Extravagantemente.

Con esas ideas en mente, ¿cómo puede una parroquia ser más acogedora? ¿Cómo podemos tratar a personas L.G.B.T. con las virtudes que el Catecismo recomienda: “respeto, compasión y sensibilidad”?

Déjenme sugerir 10 cosas.

Ahora, las siguientes sugerencias deben ser adaptadas a tu propia parroquia. No hay una receta única que le sirva a todos. Cada parroquia debe desarrollar su propio modelo.

1) Examina tus propias actitudes hacia la personas L.G.B.T. y sus familias.

¿Crees que alguien es pecadora porque es lesbiana o está más inclinada al pecado que una mujer heterosexual? ¿Consideras a los padres de un adolescente gay “responsables” de su orientación?

¿Crees que una persona es transgénero solo porque está “de moda”? Aquí hay otra pregunta: Si no se te han acercado, y no conoces o conoces muy pocas personas L.G.B.T., ¿Te has preguntado por qué será?

Dios los ama, y así deberíamos nosotros. Y no me refiero a un amor mezquino, rencoroso, crítico, condicionado y desganado.

Del mismo modo, ¿Los estás discriminando en tu corazón? ¿Por ejemplo, aplicas a la comunidad L.G.B.T. los mismos estándares que a la comunidad heterosexual? Con las personas L.G.B.T. tendemos a centrarnos en si se ajustan por completo a las enseñanzas de la iglesia sobre la moralidad sexual. Entonces, ¿estás haciendo lo mismo con los parroquianos heterosexuales, con aquellos que cohabitan antes de casarse o practican el control de la natalidad? Sé consistente respecto a aquellos cuyas vidas se escruta. Los pastores suelen ser más comprensivos con las situaciones complejas de personas heterosexuales porque las conocen. Por ejemplo, aunque Jesús condena el divorcio directamente, la mayoría de las parroquias dan la bienvenida a las personas divorciadas. ¿Tratamos a las personas L.G.B.T. con la misma comprensión?

¿Qué puedes hacer respecto a estas actitudes? Sé honesto al respecto. Pero también infórmate acerca de los hechos, no de los mitos, acerca de la orientación sexual y la identidad de género, de fuentes científicas y científico-sociales, no de rumores, o de sitios web desinformados y homofóbicos. Luego, habla con Dios y con tu director espiritual acerca de tus sentimientos y sé abierto a la respuesta de Dios. Invita a tu equipo pastoral a hablar acerca de sus sentimientos y experiencias. Esto lleva al siguiente paso.

2) Escúchalos. Escucha las experiencias de católicos L.G.B.T. y sus padres y familias. Si no sabes qué decir, podrías preguntar: “¿Cómo fue crecer como un chico gay en nuestra iglesia?” “¿Cómo es ser una lesbiana católica?” Y una pregunta importante, “¿Cómo es ser una persona transgénero?” Todavía sabemos poco sobre la experiencia transgénero, así que debemos escuchar. Invita a los padres de un niño L.G.B.T. para hablar con su equipo pastoral. Pregúntales: “¿Qué se siente tener un hijo gay?” “¿Cómo la iglesia te ha ayudado o te ha herido?” “¿Cómo ha cambiado tu comprensión de Dios?” Y presta atención a lo que dicen. Con ese fin, estén atentos al lenguaje que ellos dicen que les parece ofensivo e innecesariamente dañino: “Sodomía”, por ejemplo. Los nombres, las palabras y la terminología tienen importancia.

¿Aplicas a la comunidad L.G.B.T. los mismos estándares que a la comunidad heterosexual?

En general, ya sea que ustedes estén participando en una pastoral tal como un programa de sensibilización L.G.B.T. o si se están reuniendo con personas L.G.B.T., individualmente, comiencen a escuchar sus experiencias. Para ese fin, confía en que el Espíritu Santo los guiará en su formación como cristianos. No tratamos a otros católicos simplemente repitiendo las enseñanzas de la iglesia sin considerar sus experiencias vividas. Así que evite hacer eso con la gente L.G.B.T. Observa cómo Jesús trató a las personas marginadas: Por ejemplo, cómo trató a la mujer samaritana. ¿La castiga por haberse casado varias veces y vivir con alguien? No. En cambio, Jesús la escucha y la trata con respeto. Así que sé como Jesús: escucha, encuentra, acompaña. Si la iglesia escuchara a las personas L.G.B.T., el 90 por ciento de la homofobia y el prejuicio desaparecerían.

3) Reconoce su existencia en las homilías o presentaciones de la parroquia, como miembros plenos de ella, sin juzgarlos y no como católicos caídos. Las personas L.G.B.T. nunca deberían ser degradadas o humilladas desde el púlpito, y nadie debería hacerlo. Tan solo mencionarlos puede ser un paso adelante. Algunas veces, en las homilías diré: “Dios nos ama a todos, ya sea que seamos viejos o jóvenes, ricos o pobres, heterosexuales o L.G.B.T.” Incluso algo tan pequeño como eso puede enviar una señal. Eso también envía una señal a sus padres y abuelos, hermanos y hermanas, tías y tíos. Puede que no creas que tienes gente L.G.B.T. en tu parroquia. Pero ciertamente tienes padres y abuelos de gente L.G.B.T. Tú tienes personas que aman a personas L.G.B.T. en tu parroquia. Recuerda que cuando estás hablando acerca de personas L.G.B.T. estás hablando acerca de sus hijos.

4) Discúlpate con ellos. Si Los católicos L.G.B.T. o sus familias han sido lastimados en nombre de la iglesia por comentarios y actitudes y decisiones homofóbicas, discúlpate. Y aquí estoy hablando a los ministros de la iglesia. Fueron perjudicados por la iglesia, tú eres un ministro de la iglesia. Puedes disculparte. Eso no resuelve todo, pero es un comienzo.

5) No reduzcas a los gays y lesbianas a un llamado a la castidad que todos compartimos como cristianos. Las personas L.G.B.T. son más que sus vidas sexuales. Pero a veces eso es todo lo que oyen. Recuerda no enfocarte únicamente en la sexualidad sino en las muchas otras alegrías y tristezas en sus vidas. Ellos llevan vidas ricas. Muchos católicos L.G.B.T. son padres o están cuidando a padres que envejecen; muchos ayudan a los pobres en su comunidad; muchos están involucrados en organizaciones cívicas y caritativas. A menudo están profundamente involucrados en la vida de la parroquia. Vélos en su totalidad. Y si hablas de castidad con gente L.G.B.T., hazlo tanto con lo haces con personas heterosexuales.

Las personas L.G.B.T. son más que sus vidas sexuales. Pero a veces eso es todo lo que oyen.

6) Inclúyelos en los ministerios. Como lo mencioné, hay una tendencia a enfocarse en la moralidad sexual de los feligreses L.G.B.T., lo que es erróneo, porque primero, a menudo no tienes idea de cómo son sus vidas sexuales; y, en segundo lugar, incluso si fallan, no son los únicos. Como resultado, las personas L.G.B.T. pueden sentir que tienen que ser deshonestas acerca de quiénes son y que ellos no tienen lugar en las pastorales. Como todos los demás en tu parroquia que no están a la altura de los Evangelios -que son todos-, las personas L.G.B.T. deben ser invitadas a los ministerios y pastorales parroquiales: ministros de la eucaristía, ministros de música, lectores, ministerio para duelo y todos los ministerios y pastorales. Por cierto, al no darles la bienvenida, la iglesia pierde sus dones. Simplemente irán a donde sean bienvenidos, a donde puedan traer su ser completo. Además, pedírselo a alguien que toda su vida se ha sentido excluido(a), puede cambiarle la vida.

7) Reconoce sus dones individuales. No solo debemos reconocer los dones que las personas L.G.B.T. ofrecen en la iglesia como un grupo, sino que sus dones individuales debieran ser valorados. Por ejemplo, uno de los cantores en mi parroquia jesuita es un hombre gay. Él es amable y compasivo, y su hermosa voz lo ha convertido en una parte esencial de nuestra alabanza durante 20 años. Probablemente tengas personas similares en tu parroquia. Recuerda lo importante que es reconocerlos, alabarlos, enaltecerlos. ¡No escondas la luz debajo del celemín!

8) Invita a todo el personal de la parroquia a darles la bienvenida. Puedes tener un pastor acogedor, pero ¿Y qué hay de todos los demás? ¿Sabe la persona que está contestando el teléfono qué decirle a una pareja lesbiana que desea bautizar a su hijo? En los funerales, ¿se trata a los hijos adultos homosexuales del fallecido con el mismo respeto que a los demás hijos? ¿Qué hay del maestro en una escuela parroquial que tiene dos padres que asisten a una conferencia de padres y maestros? ¿Cómo trata un diácono al padre de un homosexual que acaba de morir y que quiere un funeral para su hijo? ¿Los católicos homosexuales y lesbianas son bienvenidos en los grupos de duelo cuando un compañero muere? ¿Está tu parroquia abierta a los hijos de todas las parejas, no solo de las parejas heterosexuales? ¿Los niños de parejas lesbianas y homosexuales son bienvenidos en las escuelas parroquiales, programas educativos y programas de preparación a los sacramentos? ¿Está educado tu personal parroquial en la gama completa de la enseñanza de la iglesia acerca de la no discriminación y la divulgación pastoral?

La voz de tu parroquia no es solo la voz de tu pastor, sino la de todos. Piénsalo de esta manera: Al no dar la bienvenida y excluir a católicos L.G.B.T., la iglesia no cumple con su llamado a ser la familia de Dios. Al excluir a las personas L.G.B.T., estás rompiendo la familia de Dios. Estás destrozando el Cuerpo de Cristo.

Al excluir a las personas L.G.B.T., estás rompiendo la familia de Dios. Estás destrozando el Cuerpo de Cristo.

9) Patrocina eventos especiales o desarrolla un programa de divulgación. Como todos, los católicos L.G.B.T. quieren sentirse que son parte de la iglesia. Y, como para con todos sus hijos, la responsabilidad de la iglesia es invitarlos a formar parte de la comunidad. Pero para muchas personas L.G.B.T., la iglesia no ha sido un lugar de bienvenida. De tal manera, los eventos y programas de sensibilización L.G.B.T. son útiles para tender puentes entre tus intenciones y sus sospechas.

En cuanto a los eventos, hay muchas posibilidades: Se puede ofrecer una misa de bienvenida, un retiro de fin de semana, un día de reflexión, un club de lectura o un conferencista. Y las conferencias no tienen que centrarse únicamente en asuntos L.G.B.T. Es decir, patrocina a un conferencista para que hable con feligreses L.G.B.T. sobre la oración. O muestra un video sobre un tema sobre el que la gente necesita información, tal como la experiencia de las personas transgénero. Y una vez más, ese tema, las personas transgénero, es algo que la iglesia necesita aprender porque la sociedad en general todavía está aprendiendo. El obispo Christopher Coyne de Burlington, Vt., dijo: “No veo ninguna razón por la cual las personas transgénero no serían bienvenidas en la iglesia. Hay más evidencia ... de que mucho de esto es biológico; no es solo algo que una persona decide, como una elección de moda o una elección cultural. Esto es lo que son ... todos son criaturas de Dios, y yo invitaría a cualquiera a venir a la mesa”.

Respecto a los programas de sensibilización L.G.B.T., hay muchos modelos. Van desde programas donde personas L.G.B.T. hablan entre sí de manera privada hasta aquellas en las que feligreses L.G.B.T. se reúnen con otros feligreses; a programas de educación sobre la enseñanza de la iglesia; hasta enfoques más holísticos donde el grupo no se enfoca en la sexualidad sino en otras preguntas a las que las personas L.G.B.T. se enfrentan; a grupos familiares para padres; a grupos que alcanzan hasta la comunidad L.G.B.T. en el área, como trabajar en albergues para la juventud L.G.B.T.; a lo que se podría llamar programas de “integración”, en que la parroquia incluye tópicos L.G.B.T. como un elemento entre muchos en la parroquia: En los programas de educación de adultos, de justicia social y en la pastoral juvenil. Todo esto depende de tu parroquia.

Respecto a los padres, una madre dijo, cuando pregunté qué debería decirles hoy: “Lo más importante para los padres es un espacio seguro y acogedor para compartir sus historias con otros padres católicos. Muchos se sienten solos y no piensan que alguien más está pasando por esto. Es un alivio saber que hay otros en el camino. ... Y no necesitan escuchar que comparen a sus hijos con alcohólicos. Escuchar declaraciones positivas desde el púlpito también sería bueno, en lugar de actuar como si sus hijos no existieran”.

El año pasado, la parroquia jesuita donde celebro la misa, llamada, como era de esperar, San Ignacio de Loyola, patrocinó una noche de intercambio de historias. Seis miembros de nuestra parroquia se reunieron, tres hombres gay, la madre de un niño gay, el padre de un niño gay y su hijo adolescente gay, para hablar de sus vidas. Compartir historias de alegrías y penas fue sanador para ellos y para toda la parroquia. ¿Por qué fue sanador para ellos? Imagínate pensar toda tu vida que no eres parte de la iglesia y que luego te piden que hables sobre tus experiencias. Y sanador para el resto de la parroquia, porque nos unió a todos de una manera que difícilmente podríamos haber imaginado.

10) Abogar por ellos. Sé profético. Hay muchas ocasiones en que la iglesia puede proporcionar una voz moral para esta comunidad perseguida. Y no estoy hablando de temas candentes como el matrimonio entre personas del mismo sexo. Estoy hablando de incidentes en países donde los homosexuales son acorralados y encarcelados o incluso ejecutados por ser homosexuales y las lesbianas son violadas para “curarlas” de sus orientaciones sexuales. En esos países, los temas L.G.B.T. son temas vitales. En otros países, puede ser reaccionando ante incidentes de suicidios de adolescentes o ante crímenes de odio o intimidación. Hay muchas oportunidades para que las parroquias solidaricen con las personas L.G.B.T. que están siendo perseguidas.

Esto es parte de lo que significa ser cristiano: Defender a los marginados, los perseguidos, los derrotados.

El Catecismo dice: “Se debe evitar todo signo de discriminación injusta” cuando se trata de gente L.G.B.T. ¿Creemos en esta parte del Catecismo? La Congregación para la Doctrina de la Fe escribió en 1986: “Es deplorable que las personas homosexuales hayan sido y sean objeto de violencia de palabra o de obra. Tal tratamiento merece la condena de los pastores de la Iglesia dondequiera que ocurra”. ¿Creemos en esa declaración del C.D.F?

Esto es parte de lo que significa ser cristiano: Defender a los marginados, los perseguidos, los derrotados. Es impactante lo poco que ha hecho esto la Iglesia Católica. Deja que tus feligreses L.G.B.T. sepan que tú estás con ellos, menciona su persecución en una homilía cuando sea apropiado o en las oraciones de los fieles. Sé profético. Sé valiente. Sé como Jesús.

Porque si no estamos tratando de ser como Jesús, ¿Cuál es el punto? Y recuerda que en su ministerio público, Jesús continuamente se acercó a personas que se sentían marginadas. El movimiento para Jesús fue desde afuera hacia adentro. Estaba trayendo dentro de la comunidad a gente que se sentía excluída. Porque para Jesús no hay “nosotros” y “ellos”. Solo hay nosotros.

Con ese fin, me gustaría cerrar con una historia de los Evangelios para ayudarnos a meditar sobre nuestro llamado a dar la bienvenida y a respetar a las personas L.G.B.T. y sus familias.

El Evangelio de Lucas nos cuenta la bella historia del encuentro de Jesús con Zaqueo. Jesús está viajando a través de Jericó, una gran ciudad. El está en camino a Jerusalén, y está hacia el final de su ministerio, por lo que habría sido muy conocido en la zona. Como resultado, probablemente tenía una gran multitud siguiéndolo. En Jericó, hay un hombre llamado Zaqueo. Era el principal recaudador de impuestos en la región y el pueblo judío lo habría visto como el “principal pecador”. ¿Por qué? Porque habría sido visto como coludiéndose con las autoridades romanas. Entonces Zaqueo era alguien que probablemente estaba en malos términos con todos.

Para Jesús, es la comunidad primero, la conversión después. La bienvenida y el respeto vienen primero.

Ahora, aquí me gustaría invitarlos a pensar en Zaqueo como un símbolo para el católico L.G.B.T. No porque las personas L.G.B.T. sean más pecadoras que el resto de nosotros, porque todos somos pecadores. Sino porque se sienten tan marginados. Piensa en la persona L.G.B.T. como si fuera Zaqueo.

El Evangelio de Lucas describe a Zaqueo como “de baja estatura”. Qué poca “estatura” sienten a menudo las personas L.G.B.T. en la iglesia. Lucas también dice que Zaqueo no podía ver a Jesús “a causa de la multitud”. Eso fue probablemente debido a su altura, pero ¿con qué frecuencia la “multitud” se interpone en el camino de la persona L.G.B.T. juntándose con Jesús? ¿Cuándo estamos en la parte parroquial de la “multitud” que no permite que la gente L.G.B.T. se acerque a Dios?

Así es que Zaqueo se sube a un árbol, porque, como Lucas nos dice, quería ver “quién era Jesús”. Y esto es lo que la persona L.G.B.T. quiere: Ver quién es Jesús. Pero la multitud se interpone en el camino.

Ahora aquí viene Jesús haciendo su camino por Jericó, probablemente con cientos de personas clamando por su atención. ¿Y a quién señala él? ¿A una de las autoridades religiosas? ¿A uno de sus discípulos? No, ¡A Zaqueo! ¿Y qué le dice a Zaqueo? ¿Grita, “¡Pecador!” ¿Grita, “Tú, ¿mal recaudador de impuestos”? ¡No! Él dice: “¡Date prisa porque debo quedarme en tu casa hoy!”. Es un signo público de bienvenida a alguien marginado.

Luego viene mi línea favorita en la historia: “¡Todos los que la vieron comenzaron a refunfuñar!” Que es exactamente lo que está sucediendo hoy en día hacia la gente L.G.B.T. ¡La gente se queja! Anda a ver online y verás todas las quejas. Una oferta de misericordia para alguien en los márgenes siempre enoja a la gente.

Pero Zaqueo desciende del árbol y, como dicen los Evangelios, “se quedó allí”. El griego original es mucho más fuerte, “statheis”: El se mantuvo firme. ¿Cuán a menudo la gente L.G.B.T. ha tenido que mantenerse firme ante la oposición y el prejuicio en la iglesia?

Entonces Zaqueo dice que le dará la mitad de sus posesiones a los pobres y le pagará a quien haya defraudado cuatro veces más. Un encuentro con Jesús conduce a una conversión, como lo hace para todos. ¿Y qué quiero decir con conversión? No es “terapia de conversión”. No, la conversión que le ocurre a Zaqueo es la conversión a la que todos estamos llamados. En los Evangelios, Jesús lo llama “metanoia”, una conversión de mentes y corazones. Para Zaqueo, la conversión significó dar a los pobres.

Todo esto proviene de un encuentro con Jesús. Debido a que el enfoque de Jesús era, en la mayoría de los casos, la comunidad primero, la conversión después. Para Juan Bautista, el modelo era convertirse primero y luego ser bienvenido a la comunidad. Para Jesús, es la comunidad primero, la conversión después. La bienvenida y el respeto vienen primero.

Así es como Jesús trata a las personas que se sienten marginadas. Él las busca antes que a nadie; él los encuentra, y los trata con respeto, sensibilidad y compasión.

Entonces cuando se trata de personas L.G.B.T. y sus familias en nuestras parroquias, parece que hay dos lugares para estar. Puedes estar de pie con la multitud, que se queja y que se opone a la misericordia para con los marginados. O puedes estar con Zaqueo y, lo que es más importante, con Jesús.

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