Han pasado apenas unas semanas desde la Navidad y ya nos hemos olvidado del gran regalo que recibimos: un hijo, el Hijo.

Estos 40 días en el desierto fueron para Jesús el campo de entrenamiento para las verdades de la vida espiritual.

La Cuaresma es ese tiempo de preparación para algo mejor que está por llegar y, para cuando llegue, queremos estar preparados.

Es fácil perder la perspectiva de las cosas cuando no atendemos a estos contextos y circunstancias.

Jesús viene en nuestra ayuda del modo más sencillo: siendo. Jesús es El mismo y así nos enseña en qué consiste ser hijo de Dios en sentido amplio.

Antes de responder a estas cuestiones sobre el cómo arreglar todo, la Palabra de Dios se pregunta: “¿quién?”.

Depende de cada quien cómo se viva el paso del tiempo: si con angustia o con esperanza.

Dios sale al encuentro del hombre, lo busca y acompaña, lo sigue y persigue, lo llama.

Comienzan así las ilusiones: por fin ha llegado el momento; ahora todo cambiará; la solución se acerca; es nuestro turno.

La fiesta de hoy, la Epifanía del Señor, nos invita a reflexionar sobre la revelación.