Nace un nuevo año y celebramos a la Madre de Dios en el mismo día.

Sea como sea, ser parte de una familia es el mayor regalo que Dios nos da. Sea familia de sangre, familia creada o un grupo que se juntan y se aman “como hermanos”.

En este día, Jesucristo pudo haber sido asesinado. Herodes quiso mantener su trono y lo consiguió, matando o sin matar al Niño.

Para festejar este día santo, la Iglesia nos propone unos fragmentos de la Sagrada Escritura que dan sentido al misterio que celebramos.

Dios no creó este mundo para habitarlo, sino para que los hombres tuvieran su lugar. El proyecto divino nos proveyó una casa para convertirla en un hogar.

Por desgracia nos cuesta reconocer la unción en nosotros mismos y, por consiguiente, nos cuesta reconocerla en los demás.

Para una madre, todos los hijos son importantes. Cada uno recibe la atención necesaria.

La persona buena no vive en una burbuja de cristal o en un ambiente estéril.

El Adviento es tiempo para preparar y esperar; para allanar caminos y hacer planes; o sea, para que el Señor venga en gloria.

¿Estamos repitiendo la misma cosa de nuevo? No. No es sólo repetir; es más bien madurar.