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Juan Luis CalderónDecember 01, 2016

Por lo que se ve, ni Juan el Bautista ni Jesús contaban entre su equipo de asesores con un experto en marketing (mercadotecnia). Sólo a ellos dos se les ocurre comenzar su predicación con idéntica frase y tan poco “políticamente correcta”: “¡Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca!” (Mt 3:2 para Juan y Mt 4:17 para Jesús). ¿Usted cree que así se hacen amigos? Con mensajes así se pone difícil la cosa. Pero, sus razones tendrían, ¿no? En lo que también coinciden los dos es en estar seguros de lo que proclaman y en mantenerse en esa línea. La sinceridad es la base del ministerio de Juan el Bautista y de Jesús.

El tiempo de Adviento es como ir al médico. Leemos la palabra de Dios para saber lo que está pasando (identificar los síntomas), escuchar el parecer del doctor (diagnóstico) y obrar en consecuencia (tratamiento). No basta con ir al médico como quien va de visita. Hay que hacer caso de lo que se plantea en el estudio, análisis y conversación. No es suficiente conocer el mal; hay que atacarlo. Para eso está el tratamiento que se propone.

Por eso Juan el Bautista se enojaba de esa forma tan amarga con los muchos fariseos y saduceos que iban a que los bautizara. Les dijo: “¡Raza de víboras! ¿Quién les ha dicho a ustedes que van a librarse del terrible castigo que se acerca? Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor, y no presuman diciéndose a sí mismos: ‘Nosotros somos descendientes de Abraham’; porque les aseguro que incluso a estas piedras Dios puede convertirlas en descendientes de Abraham” (Mt 3:7-9). Se acercaban a Juan, pedían el bautismo, pero lo convertían en un simple acto social para ser vistos como los grandes buscadores de la espiritualidad. ¿Les suena la historia? ¿Se han encontrado alguna vez una persona así en la iglesia? En la iglesia y en todos los órdenes de la vida. Pero escuece más encontrar la hipocresía en los lugares donde se supone que se busque la espiritualidad.

Tristemente, para muchos, el mensaje de Jesús y el de Juan se quedó reducido a estas denuncias. Como si ambos estuvieran en el mundo sólo para echar en cara a los demás su falsedad. Por desgracia la historia (y el presente) de la Iglesia (y las iglesias) está llena de falsos profetas que denuncian mucho pero ponen poco en práctica. No debemos reducir las cosas de manera tan pobre y ridícula. Por eso se necesita urgentemente una regeneración moral y estructural intensiva. No se puede tolerar más la pérdida de credibilidad que sufren las instituciones por culpa de aquellos que usan el sistema para aprovecharse. Ni Juan ni Jesús vendían un producto milagroso que limpia los males sin esfuerzo. Tampoco se dejaron comprar por los poderosos. ¿Y nosotros?

Jesús y Juan actuaban como verdaderos médicos. Se interesaban sinceramente por la salud espiritual de aquellos que se les acercaban. Por eso a veces sus palabras eran de denuncia, pero siempre cargadas de amor. Porque sólo con amor se puede decir la verdad dolorosa a los demás. Es como quien va al médico a que le digan lo que quiere escuchar, frente al paciente que va a escuchar el diagnóstico y pide: “Doctor, dígame la verdad”. Si a Juan no le hubiera importado la gente, habría aplaudido a los fariseos y saduceos que llegaron a bautizarse sólo para ser vistos y a quienes el rito no les afectaba en lo más mínimo porque no iban para ser curados. Juan también hace otra cosa: avisa que la actitud de fariseos y saduceos era peligrosamente contagiosa. Porque quienes los vieran, podrían pensar que así se acercaban a Dios, cuando en realidad el Altísimo les quedaba muy lejos (ese es el sentido de las piedras convertidas en descendientes de Abraham).

El Adviento bien vivido se convierte en el gran tratamiento saludable que nos salva. Tenemos delante todo lo necesario para que esta visita al interior de nuestra alma sea fructífera. No se trata de ser acusados ni regañados. Simplemente es un acercamiento sincero al verdadero estado de nuestra vida espiritual. Abramos el Evangelio y digamos: Doctor, dígame la verdad.

Si tiene algo que decir, cuéntemelo en palabra@americamedia.org, en Twitter @juanluiscv.

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Oración

Doctor, dígame la verdad. Porque lo necesito y lo deseo. Porque este es mi tiempo especial de cuidarme, de crecer, de madurar. Porque busco amarte y amarme. Que me acepte y esté dispuesto a aceptar tu misericordia. Amén.

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